"Somos todo menos orden" literatura contestataria junto a Felipe Racines
- Arelis Reinoso P.
- 27 may 2017
- 4 Min. de lectura
El día de hoy La Travesía continua apoyando a los nuevos talentos literarios dentro del arte ecuatoriano, y queremos conocerlos junto a ti.
El es Felipe H. Racines, quiteño de 24 años de edad, amante y practicante del arte en sus diversas formas. Él ha tratado de poner a prueba la pintura de óleo, el dibujo, la música, y la fotografía. Esta última ha captado la mayoría de su atención y su ímpetu creativo. “Me parece que, al igual que la escritura, es un espacio donde puedo reconstruirme, un lugar para reinventarme nuevamente”, nos cuenta.

La fotografía, desde su perspectiva, busca encontrar una conexión con el espíritu a través de la imagen. “Una fotografía es dejar entrever por un momento las entrañas del sistema.” Y sin duda esto es algo que él busca a través de su cámara.
Pero el día de hoy mostraremos fundamentalmente su faceta de escritor, arte en el que incurrió desde los 8 años, intercalándose en varios géneros “hallando en la escritura una herramienta clave para materializar un infinito universos de mundos posibles”.

Felipe nos comenta que desde niño tiene una “bronca con la realidad” de la que él decidía huir. Y fue entonces dónde él empezó a escribir. “Al principio, mis textos eras simples sinopsis de películas que inventaba” dice Felipe comparando su estilo en sus inicios, en dónde, como el dice, sus personajes “terminaban siendo retazos y remaches de las memorias frescas, de la tele y de los cuentos que solía escuchar”.
Después de esa escritura en la infancia Felipe retomó su afición en la adolescencia cuando se apasionó por la música como el metal o el punk. “me intrigaba sus letras contestatarias, radicales, llenas de angustia, clamores salidos de los mapas rebuscados de lo cotidiano”. Fue entonces cuando se dedicó a la poesía, las lecturas políticas, libros de viaje y misterios policiacos, y menciona algunos nombres como Hesse, Capote, Kafka, Melville, Dostoievsky, Kenzaburo Oé, Downwood, quienes fueron parte de esta trayectoria.

En curso, fue desarrollando más intereses y experiencias y sus textos, que primeramente eran escritos en inglés, evolucionaron de poesías cortas a micro cuentos.
A pesar de todo Felipe no se considera un “auténtico devorador de libros” ya que, como nos cuenta, le cuesta mucho terminar novelas de larga extensión “a menos que la habilidad del escritor sea capaz de movilizar tal sentimiento… siempre estuve inmerso en lecturas cortas como fanzines, revistas, librillos de cuentos, y libros de teoría y ciencia”.
“Sin embargo, la escritura nunca ha formado parte de mis hábitos recurrentes… escribía solamente cuando mi mente de verdad me empujaba a hacerlo. Era un escape… Cuando quería matar a mi realidad, escribía” nos dice Felipe, y añade “escribir es un desahogo para mí”.
En cuanto al género, Felipe se considera un fanático del surrealismo, de la novela policiaca, de los textos filosóficos y la realidad fantástica. “Mi trayectoria como escritor zigzaguea entre todos estos géneros. Me gusta escribir sobre nuestras condiciones más recónditas. Soy un desordenador de lo oculto, de lo que nadie debería saber.”

Felipe recientemente publicó un micro cuento titulado “Plato de Uñas” que, como nos comenta, se trata de una historia fugaz de un hombre hastiado de la angustia que devora uñas para calmar sus tormentas internas. El desamor, las eternas brechas sociales, lo infame del individualismo. Todo ello conjugado en este soliloquio, a manera de queja sosegada por la imposibilidad de la calma.
En su texto, nos dice Felipe, las uñas son metáforas de la vida y testigos probablemente indeseados de todas nuestras acciones, de cuando escalamos y también cuando nos arrastramos. “Vestigios imborrables de nuestra vida. y esos mismos vestigios, tan cercanos, tan cotidianos, tan nuestros, son raramente pensados, rara vez recordados. Sin embargo, para mí, esas uñas mugrosas son un millón de veces más honestas que nuestras bocas, las cuales, por más que se las cepillen no se le salen lo mentirosas” añade él acercándonos un poco a su texto y develando su crítica social tras el mismo.
Felipe considera que las historias y relatos más fuertes, interesantes y que se deberían conocer no son las que están en lo masivo o público, sino en lo que no se conoce, no se percibe o se oculta. “La destrucción o el nacimiento de nuestros universos pueden ocurrir en las cosas más efímeras y superficiales. Parafilias, crímenes, desviaciones, ocultamientos, mentiras y verdades a medias. La minúscula línea entre la cordura y la demencia, la fragilidad del cuerpo, las adicciones, los amores incomprensibles, los embellecedores subjetivos, la eterna censura del instinto.”

Todo aquello que nos arranca de un aparente orden preestablecido que la gente se empecina por proteger “cuando en realidad, somos todo menos orden”, es el mensaje que Felipe desea transmitir y dejar en quién se aproxima a su trabajo. “Ese es mi mensaje social” nos comenta, “Proclamar una revisión profunda de nuestra propia conciencia. Anular nuestras banalidades... Acercarnos sin pestañear hacia ese reflejo abyecto de lo bestial, de lo animalmente palpable en nuestras acciones, de nuestros traumas vernaculares. Tomando las palabras de José Saramago, 'el caos es un orden por descifrar' Me aferro a ese caos.”
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